La importancia de un entorno laboral que reconozca las diferencias de género

La importancia de un entorno laboral que reconozca las diferencias de género

En el transcurso de nuestra vida profesional, las mujeres enfrentamos desafíos únicos derivados no solo de nuestras elecciones y circunstancias personales, sino también de las estructuras laborales que nos rodean. Un entorno de trabajo que reconoce las diferencias de género y actúa afirmativamente para nivelar la cancha puede marcar la diferencia entre una carrera llena de obstáculos y una en la que podamos crecer y desarrollarnos plenamente. Como señala Iris Bohnet en What Works: Gender Equality by Design, los sesgos de género muchas veces no son producto de intenciones discriminatorias, sino de estructuras y procesos que perpetúan desigualdades de manera inconsciente. Por ello, más que intentar cambiar la mentalidad de las personas, el cambio real ocurre cuando rediseñamos los entornos laborales para hacerlos más equitativos.
Hace dos años experimenté una de las cirugías más invasivas que puede atravesar una mujer: una histerectomía. Durante mi recuperación, tuve la oportunidad de reflexionar sobre el impacto que tiene contar con un ambiente de trabajo empático y equitativo. Me sentí respaldada por colegas y líderes que no solo reconocieron mi situación, sino que también facilitaron mi reincorporación de una manera respetuosa y comprensiva. Esa experiencia reafirmó mi convicción de que un trabajo ideal es aquel en el que nos sentimos valoradas y apoyadas, no solo por nuestras capacidades técnicas, sino también por nuestra humanidad.
Uno de los hallazgos clave de Bohnet es que la equidad de género no debe depender de la buena voluntad de las personas, sino de reglas y procesos bien diseñados. Por ejemplo, en el ámbito de la contratación y promoción, se ha demostrado que evaluar candidatos en grupo en lugar de uno por uno reduce los sesgos implícitos y mejora las oportunidades para mujeres y otros grupos subrepresentados. Este tipo de estrategias estructurales pueden trasladarse también a la forma en que las empresas apoyan a sus colaboradores en momentos clave de su vida, asegurando que el acceso a oportunidades y beneficios no esté condicionado por sesgos inconscientes.
El balance entre el trabajo y la vida personal es un reto constante, especialmente para las mujeres, a quienes la sociedad sigue asignando la mayor parte del trabajo de cuido. En mi caso, el nacimiento de mi hija y el compromiso de cuidar de mis padres junto con mis hermanos han sido responsabilidades que he abrazado con amor, pero que también han requerido ajustes y sacrificios. Y aunque conozco hombres que priorizan el cuidado de sus hijos y sus padres por encima de su desarrollo profesional, desdichadamente siguen siendo la minoría. Por eso es fundamental que las estructuras laborales evolucionen para reconocer estas realidades y apoyar de manera equitativa a quienes asumen estas responsabilidades, sin importar su género. En este sentido, Bohnet argumenta que ofrecer políticas de flexibilidad laboral y permisos equitativos para hombres y mujeres no solo beneficia a las familias, sino que también contribuye a desmantelar normas de género que refuerzan desigualdades.
En el 2013, leí Lean In de Sheryl Sandberg y mi perspectiva sobre el empoderamiento femenino cambió para siempre. Sus consejos: sit at the table, make your partner a real partner y don’t leave before you leave, se convirtieron en principios que adopté en mi vida profesional. Aprendí que para avanzar debemos ocupar nuestro lugar en la mesa de decisiones, elegir compañeros de vida que realmente nos apoyen y no limitarnos anticipadamente por miedos o presiones externas. Pero no solo me enfoqué en aplicarlos, sino también en compartirlos y fomentarlos en mi entorno. Creo firmemente que en el ámbito profesional las mujeres necesitamos aliadas, mentoras y redes de apoyo. Mi experiencia me ha enseñado que el camino se hace más fácil cuando encontramos personas que creen en nosotras y nos impulsan. La sororidad en el trabajo no es solo un concepto teórico; es una práctica diaria de reconocimiento, apoyo y oportunidades compartidas.
Este es el llamado que quiero hacer a todas las mujeres que, desde distintas trincheras, construyen espacios de trabajo más equitativos: levantemos a quienes vienen detrás de nosotras. Facilitemos oportunidades, brindemos mentoría, practiquemos la empatía en cada interacción. No basta con abrirnos camino si no nos aseguramos de que más mujeres puedan recorrerlo después. Como nos recuerda Bohnet, las pequeñas intervenciones en el diseño de las reglas del juego pueden generar grandes cambios a largo plazo. El éxito profesional no debe ser un juego en solitario; al contrario, cuanto más nos apoyemos, más amplia será la red de mujeres en posiciones de liderazgo y decisión.
Finalmente, cuidemos nuestras relaciones reales tanto como nuestras redes profesionales. Las conexiones humanas genuinas son nuestro mayor recurso en momentos de dificultad y también nuestra mayor fortaleza en tiempos de éxito. Un entorno laboral que valora a las personas más allá de su productividad inmediata es aquel en el que todas podemos florecer. Sigamos construyendo espacios donde las mujeres no solo puedan trabajar, sino liderar.

Graciela Soto
Asociada Senior